No queréis sopa... pues otro
cuento de realismo fantástico. A ver si aprendéis de una puñetera vez, debió
pensar la señorita Esther, escondiendo la malicia tras esa sonrisa angelical.
En mi caso, otra decepción. Parece ser que mi relato se quedó en simple
realismo. Bueno, yo no diría que tan simple, no por la calidad del texto, sino
porque en la historia ocurren cosas un tanto raras. Al menos eso le pareció a mi
vulgar imaginación. Aunque me da que en el Vaticano ocurren intrigas mucho más interesantes.
Como en otras ocasiones, me
alimenté de la más palpitante actualidad para construir mi escrito. Tantas
semanas escuchando noticias pontificias, que éstas tendrían que recalar en mi
cuento. También tuve que dar unos cuantos paseos por los mapas de Google para
ubicarme en los escenarios del argumento. Hay que reconocer la cantidad de facilidades que nos da Internet a todos los
que impostamos en literatura.
En atención Jorge Mario
Bergoglio, el nuevo papa, que parece querer insuflar aires más populares al
Vaticano, os brindo el peculiar vídeo de Alejo Stivel, ambos bonaerenses, que os
aconsejo no os perdáis, versionando la canción "Ojalá", del cubano
Silvio Rodríguez.
Adamo Pianezza vio la
luz en 1944, en la pequeña ciudad de Rívole, en las proximidades de Turín. Su padre, miembro de una logia masónica,
poseía una pequeña sastrería en esa localidad piamontesa. Al poco de superarse
la mitad del siglo, la familia se trasladó a Roma, donde, con los ahorros de
mucho trabajo, se establecieron en la calle Marco Polo, muy cerca de la Puerta de San Paolo.
Transcurrió su edad
escolar en el Colegio Romano de la Santa Cruz , perteneciente al Opus Dei,
imponiéndose la voluntad de su madre sobre la negativa de su esposo, poco
simpatizante de esta organización. Simultáneamente, el chico ayudaba en la
sastrería, donde pronto desempeñaría con destreza el oficio paterno.
Adamo era un muchacho
taciturno y receloso, al que siempre le costó conservar la confianza de otros
compañeros. Los chicos, que al principio se burlaban de él, empezaron a
esquivarle, evitando su inquietante mirada.
Terminado el
bachillerato, y tras una fuerte disputa con su padre, que pretendía que
continuase con el negocio familiar, cursó Teología en el Seminario Romano
Mayor. Posteriormente pasó a formar parte de la nómina de sacerdotes del
Vaticano.
Conocida su destreza
con la costura, enseguida empezó a colaborar con los prestigiosos sastres que
confeccionaban los hábitos a los más importantes miembros de la Santa Sede. Pronto se
convirtió en alfayate oficial, dedicándose al mantenimiento de la vestimenta de
los miembros del Colegio Cardenalicio.
Los años no hicieron
cambiar la personalidad de Adamo, que, por el contrario, acentuó su carácter reservado, siendo evitado
por la mayoría de los miembros de la curia.
Comentaban en los
corrillos de la Città que algunos
cardenales, en la mayoría miembros de la Compañía de Jesús, que habían contado con los
servicios del piamontés, acabaron abandonando el Sacro Colegio, volviendo a su
país de origen o cesando en las funciones que les fueron asignadas.
No fueron pocos,
entre ellos el diácono canadiense Albert Newton, los que prefirieron costearse
un nuevo hábito coral antes de que Pianezza los visitara en sus aposentos.
Aunque en este caso sirvió para poco, ya que el jesuita no tardó mucho en
regresar a Toronto, como ayudante de párroco.
Estos episodios
ocurrieron durante el reinado del papa polaco, cuya animadversión por la orden
fundada por San Ignacio latía en la ciudad. Las tornas se volvieron con la
llegada al trono del cardenal alemán, que devolvió cierta influencia a la Compañía de Jesús. Suceso
que desagradó en demasía al sacerdote
italiano.
Pasado el verano de
2012, se le encomendó al sastre el servicio exclusivo al Obispo de Roma. El
papa germano, poseedor de un importante vestuario, le facilitó suficiente
trabajo como para que estuviera ocupado los meses anteriores a su jubilación.
El Sumo Pontífice,
sabedor de la negativa fama del clérigo, intentó darle confianza, procurándole
conversación para conocerle en mayor profundidad, con el objeto de sacarle del
oscurantismo en que vivía. Llegaron a mantener profundas discusiones
dogmáticas, en las que, en la mayoría de las veces, el subordinado acababa
sumiendo en la duda al jefe de los católicos.
Una semana antes de
anunciar públicamente su renuncia, aduciendo falta de fuerzas e incapacidad
para ejercer bien el ministerio que se le había encomendado, el Papa lo comentó
con Pianezza. Éste, tras responderle: “Vuestra eminencia es sabia y todo lo que
hace es designio divino”, volvió la mirada hacia los bajos de una sotana, esbozando
en su rostro un gesto que, queriendo pintar una sonrisa, acabó sombreando una
mueca malintencionada.
El catorce de marzo
de 2013, un día después de que fuera elegido un jesuita argentino como nuevo
Papa, sin que nadie lo predijera, apareció muerto en su habitación, tras
desangrarse con unas tijeras de costura, Adamo, el sastre del Vaticano.
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Hola¡¡¡
ResponderEliminarYo también dejo mi comentario.
Cuéntame un cuento y verás que contecto.
Gracias por pasar.
Saludos y Suerte.
Hola Manuel, magnífica esa imagen de Don Quijote jugando al balonmano. Cuando quieras te pasas por aquí.
EliminarHola, Cuentón.
ResponderEliminarNo será realismo mágico, pero a mí me gustó. Se ve que esa Esther es muy exigente y hace bien porque es la única forma de que se entienda una explicación.
Oleeeee.
Un beso.
Los zoquetes necesitamos más explicaciones. Todo hay que reconocerlo.
EliminarUn beso,
Cuentón