Analepsis y prolepsis. No, no
son los nombres de mis perros. Podría ser, pero no, son los nombres de dos
recursos narrativos que consisten en romper la línea temporal de la narración
para explicar un hecho pretérito o uno que está por venir. O, lo que es lo mismo, de repente te cuento algo que ocurrió hace tiempo o te digo lo que va a ocurrir en el futuro. Así, porque me da la gana.
La profe quiso que escribiéramos
un cuento de temática libre de medio folio. Demasiado poco para la señorita
Esther, pensaríamos. Y tendríamos razón, pues escondía una carta bajo la manga. El relato debería estar narrado
de tres maneras diferentes: uno con estructura temporal lineal -o sea, todo por orden-, otro utilizando
analepsis -volviendo al pasado- y uno más con prolepsis -hacia el futuro-. Yo, que suelo ser obediente, escribí en las
tres direcciones, aunque acabé haciéndome en la meninge un lío. Todo hay que decirlo. Al
final me quedé con el que me pareció más interesante para convertirlo en cuento
tonto.
Se estaban repitiendo por aquellas
fechas, y siempre en el mismo sentido, tantos sucesos como el de "La reina
de la casa" –sin que hoy por hoy se haya avanzado nada en la solución del
conflicto-, que decidí reescribir una de aquellas historias. Por supuesto, no
hace falta recordar que hablamos de ficción, sin olvidarnos de que esto de los
cuentos no deja de ser un juego narrativo del autor.
La oficial reclina con
sumo cuidado la amoratada cara de la mujer sobre su hombro, al tiempo que
masajea su encrespada melena. Intenta reconfortarla con palabras amables,
mientras se dirigen al coche que, tras visitar el dispensario, la ha de llevar
a comisaría, donde pasará la noche. Allí, tumbada en uno de los camastros de la
pequeña celda, mientras otra mujer la observa con mirada perpleja, se reprochará
mil veces el no haberlo entendido antes del matrimonio.
"Cuando te cases
conmigo no te va a faltar de nada. No necesitarás trabajar, serás la reina de
la casa y de mi vida". Con frases como ésas la había cautivado. Todas las
tardes iba a buscarla al trabajo, portando con frecuencia ramos de
flores, bombones o perfumes , siendo la envidia de las compañeras, que
deseaban, también, tener su príncipe azul, aunque dejaran de salir o tomar la cerveza, como le había ocurrido a ella, al acabar la jornada laboral.
Tras la boda, ocurrió
lo que él la había prometido. Dejó el trabajo, las amigas, la vida social y se
dedicó a su reino en cuerpo y alma. Todo debía ser como su majestad el rey deseaba.
Ella era la reina, aunque carente de poder. Su misión era servir a su señor y procrear, pero esto nunca ocurrió. Como sus actos no siempre complacían a su amo, éste la castigaba como a los
siervos insumisos. Transcurrieron años eternos y las penas impuestas se
endurecieron.
Derrumbada observa
como su salpicada mano se aferra al cuchillo de cortar la carne. Debajo de ella
está su señor, que emite los últimos
estertores. La sangre le chorrea por el cuello y el abdomen. Su tronco produce
pequeños respingos, como si quisiera elevar su soberano cuerpo. La reina arroja
el arma y se incorpora, mientras su gesto desencajado vomita unos ahogados y amargos
quejidos.
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y, si te ha gustado, compatir en las redes sociales, picando en los botones de abajo. Cuentón
Se tomó la justicia por su mano.
ResponderEliminarExplotó como un globo al que no se para de hinchar.
EliminarHola, Vicente.
ResponderEliminarEsto de la analepsis y la prolepsis da mucho juego. Se ve que tu profe te lo explicó muy bien porque lo cuentas a la perfección.
Unos abrazorcios.
Saludos cuentónicos, amiga Towanda. Te presentaré a mi profe.
EliminarHola Vicente. Gracias por tu calurosa bienvenida al mundillo blogero en el que me encuentro todavía muy perdida.
ResponderEliminarDe tus cuentos no sabría decirte cual me ha gustado mas, todos tienen su aquel, y los "prólogos" son demasiado.
Puedes darte por satisfecho, a mi si me has hecho sonreír, y mucho.
Seguiré visitándote.
Bienvenida, Nany, a la bahía de Los cuentos tontos. Sabes que estás invitada a dar un paseo por aquí cuando quieras. Y si traes alguno de tus manjares, mejor.
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