sábado, 16 de febrero de 2013

16. De vuelta al instituto I


Leer el cuento


La clase la dedicamos a conocer los tipos de narradores que pueden darse en el género narrativo. Los más comunes son los de tercera persona omnisciente, narrador externo al relato que todo lo sabe, y de primera persona, dónde el protagonista cuenta la  historia, como ocurría en “Hijo único”.

Pero no son sólo éstos. Están, entre otros, el de segunda persona, donde el narrador parece que te lo está contando sólo a ti, mientras tomáis un café, o el de tercera persona equisciente, donde el que narra participa en la acción, pero sólo puede darnos su particular punto de vista.

En esta ocasión, debíamos hacer tres cuentos pequeños, en los que relatáramos el reencuentro de dos personas, después de un largo tiempo, contado, cada uno de ellos, por un narrador diferente: tercera omnisciente, segunda persona, que es difícil de orejones, y tercera equisciente.

Estábamos en esas fechas en ese periodo de vilipendio de los profesores de la educación pública. Recordé la última reunión de padres de alumnos a la que asistí, por lo que allí localicé el escenario, e introduje, a modo de cameo, a un p.p.p.*, algo disimulado, que, al menos los vecinos de Madrid, creo que podrán identificar.

A mí se me ocurrió que debería ser más divertido que los tres narradores nos contaran el mismo cuento, cada cual a su manera. Y así lo hice. Iré publicando uno por capítulo, para no abusar de la infinita paciencia que demostráis al entrar en este blog.

Para acompañar al cuento, tomaré prestado tres minutos de Ramones, con su “Rock and roll del instituto”.

*p.p.p.: popular personaje público (valgan las redundancias)


De vuelta al instituto (3ª persona omnisciente)
A Elena casi se le escapan las entrañas cuando ve  aparecer a Luis por la puerta del aula. Buscando un sitio donde acomodarse, éste se aproxima a los pupitres del centro y, tras dirigir un leve movimiento de cabeza a alguien colocado más atrás, se sienta justo al lado de ella, sin percatarse, hasta que se vuelve para colocar la chaqueta en el respaldo, de que a su derecha está la que fue su primera novia, hace casi treinta años.
En cuanto la ve, la cara de Luis se torna escarlata. Emite un torpe saludo, a lo que ella, también azorada, le responde con dos tímidos besos.
El hombre muestra su sorpresa por el encuentro. Elena le explica el motivo de su asistencia a la reunión de padres de alumnos. A su hija pequeña le corresponde esa clase. Hasta el año anterior había estudiado en otro colegio del barrio, pero habían apreciado la conveniencia del cambio al instituto.
Luis le comenta que su hijo va a la misma clase. Decidieron trasladarle el curso pasado. “¡Qué casualidad!”, apunta, “te imaginas que se repitiera una historia como la nuestra”.
A ella no parece hacerle mucha gracia ese comentario. Sin querer ser ofensiva, le aclara que las cosas han cambiado desde entonces y las chicas son más maduras que en su época juvenil.
El padre aduce que, aunque los años pasen, las personas siguen teniendo los mismos sentimientos.
En ese momento, una profesora que ronda los sesenta, peinando con raya en la derecha su pelo corto y rubio, se introduce en el aula, interrumpiendo la conversación de los antiguos amantes.
—¡Buenas noches!— se presenta la docente—. Soy la señorita Guirre, tutora de 2º C. Supongo que habrán oído hablar a sus hijos de mí. Me he dedicado durante muchos años a otros asuntos, pero este curso 2012-2013 vuelvo para demostrar a mis compañeros la cantidad de cosas que un profesor puede hacer durante el horario laboral. Estoy a disposición de ustedes de 8 a 9 de la noche, pero, por favor, cuando se dirijan a mí, llámenme Esperanza. ¡Ah! Recuerden que por cada tutoría deberán aportar 20 euros en secretaría. Todos debemos contribuir al mantenimiento de la escuela pública.
        Durante toda la charla de presentación los ex-novios se intercambian disimuladas miradas. Al finalizar, Elena se levanta apresurada y vuelve a plantarle dos besos.
—Me alegro de haberte visto, Luis. No te levantes—le frena poniéndole la mano en el hombro—. Salgo corriendo, que tengo que ir al aeropuerto, que mis otros dos hijos, los gemelos, vienen de Berlín. Están haciendo un Erasmus.
—¡Ah, tienes tres hijos! Yo, además de Luis, tengo una hija. ¡Hasta luego!... Se llama Elena.
Ella parte desconcertada, dejando al hombre plantado en su pupitre.

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5 comentarios:

  1. ¡Ostras! Le dejó huella esa primera novia...
    ¡Qué bonito reencuentro! Todos tenemos por ahí alguna historia guardada de ese primer amor. Te ha quedado estupenda.

    Me has hecho recordar a J. Carlos Rumbero O. (omito el segundo nombre y el segundo apellido por si acaso ese chico, mi primer amor del cole, estuviera leyéndolo). Un amor de segundo, tercero y cuarto de EGB, fíjate tú, un muchachito delgado y pequeñín que me hacía ojitos...
    Un día, transcurridos unos años, volvimos a encontrarnos y estaba igual que cuando lo dejamos; literalmente igual: igual de delgado e igual de pequeñín que cuando tenía 7 u 8 años, jajajaja. Menos mal que la cosa no llegó a más.

    Felicitaciones porque te quedó redondo.

    Un abrazote.

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    1. Gracias, Towi. Redonda era la barriguilla que estaba criando Luis. Pero, para completar el juego, hay que leerse los dos siguientes. Son el mismo, pero de diferente forma. Un beso.

      P.D. Mi vecino Juan Carlos, uno medio rubio, ya casi calvo, y escuchimizado, dice que si puede verte.

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    2. Jajajaja, aunque del que yo hablo no se llamaba Juan Carlos (buen intento).

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  2. Muy bueno el cuento.
    Siempre hay alguien que perdura en nuestra memoria. Y la vida da tantas vueltas que no sabemos cómo nos puede sorprender...

    Un abrazo!!

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    1. Imagínate que te encuentras con un amigo de tu juventud, paseando a su nieto, y te dice que es el niño de su hija Maria Clara.

      Como decía Pedro Navajas, sorpresas te da la vida.

      Un abrazo.

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