
Algunos dirán que mentir es
inherente al ser humano. Quizás sea consustancial sólo a algunas personas o, tal vez, a
muchas. Puede ser que no nazca con el hombre (ni con la mujer), sino que sea
una facultad adquirida durante el
transcurso de los años. ¡Filósofos, teólogos, moralistas… rescatadme de esta duda que me está raptando el sueño!
Lo que creo cierto es que cuanto
mayor eres mejor mientes. Puedes hacerlo por conveniencia, o por lástima, o
simplemente por fastidiar. Aunque algunos lo hacen por diversión. Y después de
engañarte se ríen, te dan una colleja y te llaman pringao.
Luego está la víctima de la
mentira. A unos es muy difícil engañar, mientras que otros se lo creen todo.
Los hay que se piensan muy listos y todo el mundo se la cuela. Están los que
piensan que todos los demás son mentirosos y algunos que no conciben más que
sinceridad en el prójimo.
Todo este rollo para deciros que
mi idolatrada (ja, ja, ja,) señorita Esther nos demandó un relato corto, de cualquier forma y estilo, que
tuviera alguna relación con la mentira. Yo me busqué una pareja de novietes, en
la que empezaba a nacer cierta desconfianza. Quizás porque nos comunicamos
mucho pero nos decimos poco.
Sin embargo, Tom Waits prefiere que le
mientan.
Celia le había
contado que tenía mucho que estudiar y no podría salir el fin de semana. A
Carlos le parecía extraña esa sucesión de exámenes. Parecía como si, tras una
bacanal, se hubieran multiplicado los temas y hubieran parido exámenes
parciales. Además, últimamente la notaba distante. Sospechaba que algo
silenciaba. Apostaría que no estaba siendo sincera.
Los jóvenes, y los no
tanto, airean demasiado su intimidad, abusando de la nunca definitiva
tecnología y de las contagiosas redes sociales. Amigos y enemigos, profesores y
compañeros, conocidos y desconocidos saben de los movimientos, gustos,
aficiones, alegrías, desencuentros, comilonas y otras facetas, supuestamente privadas,
de los asiduos a esta telaraña comunitaria.
Uno puede declarar en
su estado, para compartir con sus seguidores, lo que verdaderamente está
viviendo o, si se es más avieso, lo que quieres que los otros sepan de ti.
Puedes decir, con la mayor sinceridad: “Por primera vez, la vida ha sido justa
conmigo”, porque has conseguido, por fin, ser correspondido en el amor, o, por
lo contrario, escribir: “Estoy de exámenes y profesores hasta las narices”,
como había declarado Celia.
Carlos intuía que,
con esa proclamación, su chica ocultaba algo que no quería que supiera. Cuando
otra vez Celia puso en su muro: “Por fin un güiquen en el pueblo de mis
abuelos”, parecía que escondía: “Unos días en el chalet de Olga, sin sus padres”,
pues a un compañero le pareció ver su melena rubia en la sierra. Otra vez
escribió: “Me jode no ir a la fiesta por este trancazo de mierda”.
Alguien la telefoneó ese día y su hermana contestó que se había marchado,
debiendo darse cuenta, según lo decía, que estaba metiendo la pata, ya que de
inmediato añadió que había ido con su padre al hospital.
Carlos comprobaba con
inquietud como Celia permanecía conectada al servicio de mensajería desde hacía
más de dos horas. Pero no era para comunicarse con él. El hecho de estudiar
tanto no debería ser óbice para que, de vez en cuando, pudiera enviarle algún
mensaje, aunque sólo fuera para romper la rutina. Él le mandó varios, pero no
recibía contestación.
El chico pasó por la
pizzería y se dirigió casa de Celia, confiando en que sus padres estuvieran en
el pueblo, para compartir la cena con ella,
aunque estaba casi seguro de que acabaría comiéndosela con su hermana, que
apenas salía con amigos.
Encontró mucho jaleo
en el portal. Se introdujo a empujones, levantando la caja por encima de las
cabezas, para poder llegar a la primera planta, hasta que un policía le cortó
el paso. Vio en un rincón a la hermana llorando. Se acercó a ella y ésta le
abrazó, diciéndole, entre sollozos, que Celia estaba muerta. La habían encontrado
sus padres con la cabeza reclinada sobre el libro de Historia del Arte.
Hallaron, en un extremo de la mesa, un envase medio vacío de
dextrometilfenidato, droga utilizada para aumentar la atención en el estudio.
Junto al libro estaba su teléfono, donde, tras desbloquearlo, vieron un mensaje
que buscaba destinatario en la letra “C” y decía: “Si esta noche termino,
mañana podemos quedar”.
La familia entró en
casa, mientras dispersaban a todos los curiosos. Carlos, con la cena en la
mano, caminó sin rumbo hasta que la
ciudad desapareció. Cuando sintió el cansancio en sus piernas se sentó en los
restos de una antigua caseta y, con el estómago sellado, intentó dar un par de
bocados, entre mocos y lágrimas, a una fría pizza de champiñón y pepperoni. La favorita de Celia.

Una vez más ENHORABUENA Cuentón. Me dejaste sin palabras, todavía estoy rumiando las tuyas... Un abrazo enome.
ResponderEliminarhttp://docecuarentaycincopm.blogspot.com/
No creo que tardes mucho en recuperarlas y en utilizarlas todo lo bien que tú sabes.
EliminarUn abrazo,
Cuentón
Precioso cuento. Buena moraleja para la reflexión la que se desprende de él. Habrá que tenerla más en cuenta . Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias M.G. por dejar tu comentario. Recuerda que puedes visitar este rincón siempre que lo desees.
EliminarUn abrazo,
Cuentón.
Hola, Cuentón.
ResponderEliminarMe encanta el final, con esa pizza de pepperoni y esos mocos mezclados con lágrimas.
Muy buen cuento, tu seño tiene que estar contentísima contigo y no es para menos.
Un beso muy grande.
Ya te digo yo que el taller de relatos de la sita Esther es un foro de mucho prestigio.
EliminarBesos, Towi.
Muy bueno.Tiene las tres reglas principales de todo cuento: Principio, desarrollo y final.Cada vez que pueda te seguiré leyendo. Saludos: Modesto Reyes Canto.
ResponderEliminarGracias, Modesto, por dejar tu comentario. Ya sabes dónde está la Bahía de los Cuentos Tontos. Cuando te apetezca, puedes dar un paseo.
EliminarCuenton; Aquí te dejo algunos cuentos que nunca se han publicado como tal, pero que son de dominio mundial. Puro humor o intento.EL CUENTO.
ResponderEliminarEL CUENTO DE LA BUENA PIPA:: Este es un cuento que siempre se queda en el empezar y aunque usted quiera o no,el que se lo va a contar nunca va a salir de esa frase mortificante de “quieres que te haga el cuento de la buena pipa?”. Posiblemente, en la lengua española, éste es el cuento que mâs se conoce sin que realmente sea uno.
EL CUENTO DE NUNCA ACABAR:Este cuento tiene más largo que una novela y casi siempre es utilizado por el que lo hace porque ni el mismo sabe que final darle.
EL CUENTO CHINO:Aquí el truco del que lo cuenta radica en darte muchas “vueltas” y nunca decirte la respuesta que tú esperas.
DEJA QUE YO TE CUENTE: Ese cuento casi siempre es utilizado como preludio por una mujer a otra cuando le quiere arrancar las tiras del pellejo a una tercera.
LO QUE TE TENGO QUE CONTAR: El mismo cuento que el anterior pero con una tonalidad misteriosa.
El Cuento para los bobos: Este cuento se hace para tratar. al que lo escucha. como un idiota.
Fin del cuento: Cuando se lo dices a alguien que te está tratando de embutir con cualquiera de los anteriores cuentos.
Finales para cuentos:Fin,al fin,por fin, Sanseacabo y hasta aquí llegó esto.Saludos: bloguero Modesto Reyes Canto.
Estupenda clase "extraoficial" de literatura. ¿Qué quieres que te cuente? Un abrazo.
EliminarComo te dije, aquí estoy, y además encantada. Me has cautivado con este relato. Me gusta tu estilo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Anuska, por aceptar mi invitación. Mi rincón es tuyo. Nos leemos.
EliminarHola, que bella letra así si dan ganas de responder, me siento poeta y todo xD
ResponderEliminarMuchas gracias, Gisel, por este comentario tan halagador. Tienes a tu disposición todos mis cuentos.
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