jueves, 16 de enero de 2014

38. El sastre del Vaticano

Leer el cuento
No queréis sopa... pues otro cuento de realismo fantástico. A ver si aprendéis de una puñetera vez, debió pensar la señorita Esther, escondiendo la malicia tras esa sonrisa angelical. En mi caso, otra decepción. Parece ser que mi relato se quedó en simple realismo. Bueno, yo no diría que tan simple, no por la calidad del texto, sino porque en la historia ocurren cosas un tanto raras. Al menos eso le pareció a mi vulgar imaginación. Aunque me da que en el Vaticano ocurren  intrigas mucho más interesantes.

Como en otras ocasiones, me alimenté de la más palpitante actualidad para construir mi escrito. Tantas semanas escuchando noticias pontificias, que éstas tendrían que recalar en mi cuento. También tuve que dar unos cuantos paseos por los mapas de Google para ubicarme en los escenarios del argumento. Hay que reconocer la cantidad de  facilidades que nos da Internet a todos los que impostamos en literatura.

En atención Jorge Mario Bergoglio, el nuevo papa, que parece querer insuflar aires más populares al Vaticano, os brindo el peculiar vídeo de Alejo Stivel, ambos bonaerenses, que os aconsejo no os perdáis, versionando la canción "Ojalá", del cubano Silvio Rodríguez.


Adamo Pianezza vio la luz en 1944, en la pequeña ciudad de Rívole, en las proximidades de Turín.  Su padre, miembro de una logia masónica, poseía una pequeña sastrería en esa localidad piamontesa. Al poco de superarse la mitad del siglo, la familia se trasladó a Roma, donde, con los ahorros de mucho trabajo, se establecieron en la calle Marco Polo, muy cerca de la Puerta de San Paolo.

Transcurrió su edad escolar en el Colegio Romano de la Santa Cruz, perteneciente al Opus Dei, imponiéndose la voluntad de su madre sobre la negativa de su esposo, poco simpatizante de esta organización. Simultáneamente, el chico ayudaba en la sastrería, donde pronto desempeñaría con destreza el oficio paterno.

Adamo era un muchacho taciturno y receloso, al que siempre le costó conservar la confianza de otros compañeros. Los chicos, que al principio se burlaban de él, empezaron a esquivarle, evitando su inquietante mirada.

Terminado el bachillerato, y tras una fuerte disputa con su padre, que pretendía que continuase con el negocio familiar, cursó Teología en el Seminario Romano Mayor. Posteriormente pasó a formar parte de la nómina de sacerdotes del Vaticano.

Conocida su destreza con la costura, enseguida empezó a colaborar con los prestigiosos sastres que confeccionaban los hábitos a los más importantes miembros de la Santa Sede. Pronto se convirtió en alfayate oficial, dedicándose al mantenimiento de la vestimenta de los miembros del Colegio Cardenalicio.

Los años no hicieron cambiar la personalidad de Adamo, que, por el contrario,  acentuó su carácter reservado, siendo evitado por la mayoría de los miembros de la curia.

Comentaban en los corrillos de la Città que algunos cardenales, en la mayoría miembros de la Compañía de Jesús, que habían contado con los servicios del piamontés, acabaron abandonando el Sacro Colegio, volviendo a su país de origen o cesando en las funciones que les fueron asignadas.

No fueron pocos, entre ellos el diácono canadiense Albert Newton, los que prefirieron costearse un nuevo hábito coral antes de que Pianezza los visitara en sus aposentos. Aunque en este caso sirvió para poco, ya que el jesuita no tardó mucho en regresar a Toronto, como ayudante de párroco.

Estos episodios ocurrieron durante el reinado del papa polaco, cuya animadversión por la orden fundada por San Ignacio latía en la ciudad. Las tornas se volvieron con la llegada al trono del cardenal alemán, que devolvió cierta influencia a la Compañía de Jesús. Suceso que desagradó en demasía al sacerdote italiano.

Pasado el verano de 2012, se le encomendó al sastre el servicio exclusivo al Obispo de Roma. El papa germano, poseedor de un importante vestuario, le facilitó suficiente trabajo como para que estuviera ocupado los meses anteriores a su jubilación.

El Sumo Pontífice, sabedor de la negativa fama del clérigo, intentó darle confianza, procurándole conversación para conocerle en mayor profundidad, con el objeto de sacarle del oscurantismo en que vivía. Llegaron a mantener profundas discusiones dogmáticas, en las que, en la mayoría de las veces, el subordinado acababa sumiendo en la duda al jefe de los católicos.

Una semana antes de anunciar públicamente su renuncia, aduciendo falta de fuerzas e incapacidad para ejercer bien el ministerio que se le había encomendado, el Papa lo comentó con Pianezza. Éste, tras responderle: “Vuestra eminencia es sabia y todo lo que hace es designio divino”, volvió la mirada hacia los bajos de una sotana, esbozando en su rostro un gesto que, queriendo pintar una sonrisa, acabó sombreando una mueca malintencionada.

El catorce de marzo de 2013, un día después de que fuera elegido un jesuita argentino como nuevo Papa, sin que nadie lo predijera, apareció muerto en su habitación, tras desangrarse con unas tijeras de costura, Adamo, el sastre del Vaticano.


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4 comentarios:

  1. Hola¡¡¡
    Yo también dejo mi comentario.
    Cuéntame un cuento y verás que contecto.
    Gracias por pasar.
    Saludos y Suerte.

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    1. Hola Manuel, magnífica esa imagen de Don Quijote jugando al balonmano. Cuando quieras te pasas por aquí.

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  2. Hola, Cuentón.

    No será realismo mágico, pero a mí me gustó. Se ve que esa Esther es muy exigente y hace bien porque es la única forma de que se entienda una explicación.

    Oleeeee.

    Un beso.

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    1. Los zoquetes necesitamos más explicaciones. Todo hay que reconocerlo.
      Un beso,
      Cuentón

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