“El lector. Un escritor debe tener muy en cuenta esta figura.
¿Qué significa el lector para vosotros?” Típico interrogante que la señorita
Esther deja caer en el taller de relato, donde los aprendices nos miramos unos
a otros preguntándonos con la mirada: “¿de qué lectores habla?”.
Yo expongo mis textos en este blog con la esperanza de que
sean leídos en los rincones más inhóspitos de habla hispana. Si me apuran,
incluso por un ciudadano de Vladivostok al que se le salga el vodka por las orejas y le
hagan gracia los pollitos que ilustran mis cuentos tontos, aunque no entienda
ni papa de lo que hay escrito. Pero lo cierto es que debo
tener ocho o diez lectores; entre ellos, mi familia, alguna vieja amiga, uno de
Colocotroco, un par de chicas despistadas y un señor de Murcia.
Y como era de esperar, la Esthercita
nos pidió un relato sobre dicha figura, la del lector. Decidí preguntar a los que saben.
Busqué en el listín telefónico los números de Ruiz Zafón, Ken Follett, Paulo
Coelho y Cervantes, entre otros, pero deben haberlos retirado para que no les molesten. Así
que tuve que inventarme algo que pudiera acercarse, aunque fuera mínimamente, a
lo que pretendía la jefa.
Aquí os dejo a Miguel Poveda interpretando 'La leyenda del
tiempo', un poema de Federico García Lorca, que anteriormente popularizó
Camarón de la Isla.
Seguro que más de uno anda leyendo al poeta granadino en el
metro.
He encontrado el trabajo de mi vida. Después de
deambular durante años por ocupaciones desdeñables, he aterrizado en uno que ni
loca hubiera imaginado, en el que puedo dar rienda suelta a mi mayor afición.
Me han ubicado en una sala llena de pantallas,
delante de una gran consola, para dirigir las nuevas cámaras instaladas en el
interior de los convoyes del metro. A mí, concretamente, en los de la línea 6,
la circular.
No saben bien estos de la compañía metropolitana a
quién han elegido. Yo, que he llegado a cambiar hasta diez veces de asiento
durante un trayecto para averiguar qué lee la gente. Es cierto que no han sido
pocos los reproches que he recibido, pero esa curiosidad es superior a cualquier censura.
Han dispuesto dos nanocámaras en cada coche, en paralelo, sobre las filas de
asientos, discurriendo por unas minúsculas guías -inadvertidas por los
usuarios- que atraviesan longitudinalmente el vagón. Mi función es vigilar a
los viajeros y denunciar las conductas sospechosas. Si fuera hombre me pondría las botas con los escotes. Por eso será que sólo
seleccionan mujeres. Aunque alguna habrá que disfrutará como un borrachín de Vladivostok desprecintando una botella de vodka a doce grados bajo cero. Pero eso a mí me
importa un carajo de mar. Lo que verdaderamente me interesa es espiar a los lectores.
Empezaré por el primer vagón, en el que, por
seguridad ante un posible alcance, viajan menos personas, pero el favorito de
los que quieren concentrarse en la lectura. Me acercaré a esa anciana, a la que
le cuesta fijar la vista a través de sus anteojos. ¡Vaya! Esa mujer parece
tener una deuda pendiente con su adolescencia, está leyendo ‘El guardián entre
el centeno’. El que está a su lado, riéndose ante un libro como si le
estuvieran haciendo cosquillas, debe de ser por lo menos su bisnieto, pues no
tendrá más de diez años. ¡Cómo! Si es ‘El origen de las especies’, de Darwin.
¿A ver si es que verdaderamente es un cuento?
Voy al otro extremo. Un sacerdote sujeta un gran
volumen de pastas moradas que debe de ser ‘La Biblia ’. Pero creo que oculta algo entre sus
hojas abiertas. Es como un librito de oraciones o de salmos. ¡No me lo puedo
creer! Fascículo siete del ‘Kamasutra’. Hoy debe de ser El día de la lectura
descabellada.
Espero encontrar gente más sensata en el segundo
vagón. Me moveré hasta el tío ese del pelo largo, que lee con los cascos
puestos, mientras, con disimulo, se saca un moco. ¡Joder! Según acerco la
cámara escucho con más claridad la música que se le escapa de los auriculares;
debe de ser una banda de heavy, de metalcore o de una subespecie sonora parecida. No
entiendo cómo puede concentrarse en el texto. Las pastas son de dos colores;
tiene toda la pinta de ser un ensayo. Nosequé
D’ors; no lo distingo bien. Será don Eugenio, el de las glosas... No, Pablo
D’Ors; seguro que es su hijo o su nieto. ‘Biografía del silencio’. Desde luego,
las apariencias me han engañado.
Mira, una sister, hermana monjil, me refiero, toda de azul, menos la cofia blanca; con un silbato podría dirigir el tráfico en cualquier glorieta.
Se la ve apasionada. Espero que no lea lo mismo que su colega el cura. Lleva un
ejemplar forrado con unas hojas de la revista “Misioneros”. Me aproximaré con
el zoom ¡Ándala! ‘Madame Bovary’.
Cuidadito, hermana, con las infidelidades, que estamos casadas con Dios.
Me ha parecido ver un vagabundo tirado en el
asiento de enfrente. Cambiaré de cámara. No sé si tendré que dar parte al jefe
de seguridad. ¡Bah, paso! Además tiene un libro en el regazo. No me extraña que
se haya quedado frito: Francisca Serrano, ‘Mueve tus ahorros y gánate un
sueldo’. Creo que así empezó el presidente del Banco Mundial.
Bueno, van a ser las tres de la tarde; ya he
llegado al final de mi primera jornada. La verdad es que he quedado saciada,
habré espiado a más de cien lectores. Eso sí, bastante incoherentes. ¡Venga, la última! ¡¿Quién va a
ser el candidato?! Ese anciano tan elegante del fondo, al que se le ha debido
poner enfermo el chófer. Lleva las solapas de la americana repletas de
insignias con escudos lacados e imágenes religiosas. Está claro que no es un desharrapado comunista. Tiene un
periódico sobre las piernas: ‘La gaceta del inversor’. Lógico. ¿Qué libro
estará leyendo? ¿Será ‘El milagro neoliberal’? Quizás sea ‘El abuelo que escapó
por la ventana y se largo’, con cincuenta millones de coronas suecas, que es
más divertido. No lo distingo bien. Ya veo algo. ¡Por fin! Ya puedo irme tranquila
a casa, alguien con una lectura congruente, 'El capital'. Ya
sabes, money, money, money. Aunque con
el dedo me tapa el nombre del autor, solo distingo a primera ‘K’. Y mira que me
suena.
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y compartir en las redes sociales picando en los botones de abajo. Hasta la próxima.
Cuentón
Que bueno. Que profesión más entretenida.
ResponderEliminarSolo falta que esté bien pagada.
EliminarEl señor de Murcia, que acaba de apearse en la Estación del Carmen, estaba leyendo un interesante libro titulado: Jesucristo bebía cerveza, del portugués Afonzo Cruz. Muy recomendable, por cierto.
ResponderEliminarSi hubieras pasado por la línea circular, seguro que te hubiera espidado.
EliminarTendré en cuenta tu recomendación.
Tu protagonista se cansará; seguro. En algún momento decidirá cambiar libros por caras, después, caras por gestos y, por último le bastará con fisgonearse a sí mismo... A todos nos pasa lo mismo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que ya está harta de libros. Ahora se fija en las uñas de los viajeros. Ya sabes, hay de todos los colores. Por fuera y por dentro.
EliminarMe he divertido un rato, hasta acompañaba yo el zoom con mi mirada acertar el título🤣👍
ResponderEliminarGracias por escudriñar en Los cuentos tontos.
EliminarCuentón es un tipo que sabe contar historias.
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