viernes, 16 de enero de 2015

63. Los aerodinámicos


Leer el cuento
Este es el punto final de esta aventura pseudoliteraria. 'Los aerodinámicos' será el último episodio de 'Los cuentos tontos', un periplo que ha durado sesenta y tres capítulos y que ha supuesto, aún consciente de su insignificante valor para la lengua española, un honor alimentarlo durante mucho más tiempo del que imaginaba cuando aquella presentación a la que titulé 'Comenzón'. Sesenta y tres cuentos que quedarán a disposición de quién quiera leerlos, pues este blog se creó con carácter atemporal.

Si hubiera alguien que se preguntara por qué, respondería que no hay más razón que la finalización del motivo que lo impulsó, mi asistencia al taller de relatos del Centro Cultural Paco Rabal de Madrid. Acontecimiento que me ha hecho compartir durante cuatro años momentos de felicidad con un puñado de entrañables aprendices y con un par de magníficas jefas, Felicitas Jaime y Esther Peñas, a las que tengo que dar las gracias, además de por enseñarme a contar historias, por haberlas utilizado como parte fundamental del hilo argumental de este espacio.

Soy consciente de la dificultad que supone hoy en día dedicar más de veinte segundos a la lectura en las redes sociales,  por eso quisiera agradecer a mis cuatro seguidores y medio esos ratitos que han destinado a leer mis cuentos. Y con mayor motivo a esas personas ajenas a mi círculo madrileño, el más numeroso, que alguna vez se acercaron a mis tonterías. Me producen especial alegría las miradas de mis amigos americanos y españoles de otras comunidades. Esta es la magia de Internet. Aunque este Cuentón prefiere prescindir de fronteras y hablar de personas.

Como en la mayor parte de mis relatos, en 'Los aerodinámicos' intento dibujar los sentimientos que habitan en la diversidad, ya que cada uno de nosotros forma un universo diferente. Y, como casi siempre, he procurado darle un brochazo de humor, aunque en este caso con un tono bastante oscuro, pero con una buena dosis de esperanza.

Y para el último tema de la banda sonora de este sitio -también importante para mí- traigo un grupo de Valladolid, tierra donde, según los expertos, mejor se habla el español. Os dejo con  'Cuéntame un cuento', de Celtas Cortos.

Nunca dejéis de contar un cuento a vuestros hijos, ni a vuestros padres, ni a vuestros amores, ni a vuestras amistades... Hasta siempre, amigos.

                                       Cuentón





Caminaban a buena marcha entre las palmeras de la Explanada de España, al compás de las ondas marinas dibujadas en el mosaico del suelo. Pierna derecha adelante, muleta izquierda también. Pierna derecha adelante, muleta izquierda después. Sus cuerpos bailaban al ritmo de una samba desbaratada en un costado. Ese fin de semana habían decidido hacer turismo en Alicante.

Se conocieron hacía poco más de un año, en aquel dramático suceso. Ahora era difícil separarlos. Manolo se había instalado en casa de Ramón. Éste le consiguió empleo vendiendo lotería, a cien metros de donde lo hacía él. Habían llegado a un grado de compenetración y sincronización asombroso. Incluso habían empezado a cortejar, juntos, a dos compañeras de trabajo. En los bares les servían dos bebidas iguales, siempre saludaban al unísono y nunca perdían el paso ligero. En el vecindario se los conocía como los aerodinámicos.

Este nexo se solidificó el día en que Manolo, tras recibir el alta en el hospital, acudió a la entrega de la medalla al mérito ciudadano que el ayuntamiento le había concedido a Ramón. A partir de entonces  compartieron tantas experiencias y recuerdos, y se creó tal afinidad, que decidieron alinear su día a día.

Todo comenzó cuando Ramón acudía, como cada mañana, a su puesto de trabajo en la entrada de un edificio de oficinas en Ciudad Lineal. Descendió, asido a sus inseparables muletas, hasta el andén de la estación de Urgel. Había pocos viajeros en ese momento, por lo que no tuvo problemas para conseguir una de las sillas naranjas. De pie quedaban un par de adolescentes, tres o cuatro mujeres maduras, dos señores trajeados, una madre con carrito y un borracho, al que, entre gimoteos, se le escuchaba: “Mi piso. Joputas los del banco”.

Ramón era un hombre solitario, infeliz, al que tuvieron que amputar el pie izquierdo, tras recibir el disparo que se le escapó a un compañero medio lerdo en el cuartel donde realizó el servicio militar. Tantos años usando los soportes para moverse habían favorecido el desarrollo de un pecho y unos brazos agorilados, que provocaban no pocas sonrisas a su alrededor.

El beodo se balanceaba sobre la línea amarilla de peligro, mientras farfullaba: “mi piso. Joputas los del banco”, hasta que sus piernas se zancadillearon y cayó a las vías.

“¡Oh!, ¡socorro!, ¡llamen a seguridad!”, gritaban todos. Se miraban unos a otros, pero ninguno hacía nada por ayudarle.

Ramón se acercó al borde y gritó: “¿Pero nadie va a saltar a salvar a ese pobre hombre? ¿Voy a tener que hacerlo yo, que estoy impedido?”. “Sí, salte usted”, le decían. Pensó que su vida tampoco merecía tanto la pena y se dejó escurrir por el borde. Cogió sus muletas y se acercó al borracho, al que el golpe y la melopea no le habían despojado de la consciencia, aunque no hacía nada por levantarse.

Agarró al de la cogorza por los brazos, apoyó su pierna derecha, la buena, sobre el riel para hacer fuerza y tiró con todas sus ganas, pero el otro parecía pesado como un toro.

—Colabore usted, hombre —apremiaba Ramón—, no ve que soy paticojo y me cuesta apoyarme.

A lo que el mamado contestó:

—Mi piso. Joputas los del banco.

Se acercaban trenes por ambos lados. Los otros viajeros seguían diciendo: “¡Oh!, ¡socorro!, ¡llamen a seguridad!”. El convoy que venía en sentido contrario logró frenar a tiempo. Ramón esgrimió toda su goriluda energía y consiguió sacar el etílico cuerpo de las vías donde cayó. Menos el pie izquierdo. El terrible grito de Manolo, el borracho, fue ahogado por el chirrido del ferrocarril intentando, en vano, parar a tiempo.


Aquel día, la línea verde del metro de Madrid estuvo paralizada durante varias horas y las fotos de Manolo y Ramón colapsaron las redes sociales. La noticia provocó una gran consternación. Pero lo que nadie pudo imaginar en ese momento, ni siquiera los dos afectados, fue que algo imperceptible, quizás una de las chispas que saltaron de la catenaria, se encargaría de proporcionar, camuflada entre la fatalidad, la luz que necesitaban en su lóbrega existencia.


Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y compartir en las redes sociales picando en los botones de abajo. Cuentón.

13 comentarios:

  1. Escribo con el corazoncico encogío. ¿De verdad es un chimpún, Cuentón de mis entretelas? No more cuentostontos anymore? Vaya. Snif. Pero creo que es importante cerrar ciclos y si tu piensas que hasta aquí han llegado, pues amén. Lo que no me creo nada es que dejes de escribir. Estoy convencida de que esta tu pluma fácil y bella no se acallará así como así. Y seguro que ya tienes en mente un nuevo proyecto para ponerla a prueba. Avísame cuando pueda de nuevo leerte y disfrutar de tu sin par verborrea. Un besazo gordo-gordo y sonoro, de los que solo saben dar las abuelas a sus nietos. Nos leemos pronto.

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    1. Muchas gracias, abuelita Rubia, por ese beso tan sonoro quemeaentaponeloído. Prometo avisarte si algún día hago algo digno de hacer perder un rato a una groupie de pro.
      Otro para ti, pero más bajito.

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  2. Madre del amor hermoso, Cuentón, cómo tiras la toalla tan pronto, ahora que te estábamos tomando el gusto. Eso no se hace amigo.
    Mil gracias por todo y mucha suerte, amigo.
    Pepe, desde Murcia.

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    1. Muchas gracias, Pepe, desde Murcia. Aquí tienes un amigo y sesenta tres cuentos, por si quieres ojear alguno.
      Hasta siempre.

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    2. Escríbete algo más, hombre...

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    3. Si me escribo algo más, o me hago cualquier otra tontería, te enterarás.

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  3. La verdad que me produce desazón, la noticia, estaba acostumbrado a estos relatos cortos, me voy a quedar con "magua" como decimos en Canarias a esta página, que me a dado unos momentos brillantes e importantes en mi estigma y ,por la lectura. Un abrazo y espero que sea por un corto período de tiempo: al ser necesario seguir con esta motivación. Lo siento de veras----

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    1. Me alegro de haberte conocido, Efrain, aunque haya sido con el último cuento tonto. Y me satisface también saber que has disfrutado con mis relatos.
      Esta etapa ha terminado y ahora estoy a la espera de que alguna musa me haga una visita.
      Un abrazo

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  4. Hola, Cuentón.

    Pues quiero desearte mucha suerte para todo lo que hagas, aunque yo creo que esta despedida no lo va a ser del todo y, al igual que los toreros que se cortan la coleta y luego vuelven a torear festivales benéficos, tú retomarás tu afición con alguna cosa creativa porque eres un artista.
    Así que, aquí estaremos "hasta que tú decidas regresar" (como decía la canción).

    Besos.

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  5. Muchas gracias, compañera. Si decido regresar (como decía la canción) te avisaré.
    Un beso.

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  6. ¡QUE GRANDE ERES CUENTON! ¡PERO QUE GRANDE! No sin motivo tu nombre literario es ese termino superlativo que tan bien te describe.

    Ha sido un verdadero placer leerte y compartir lineas llenas de emocion y contenidos encriptados. Lamento MUCHISIMO no poder seguir leyendo tus cuentos y pongo todas mis esperanzas en que sigas visitando mi espacio y, en la medida que tu tiempo y tus ganas te lo permitan, comentes, compartas y participes.

    Ya te echo de menos. Que mala es la ausencia virtual, amigo.

    Un beso ENORME, suerte y exito en todas tus andanzas (no tengo duda que recibiras superlativamente de ambos).

    Ya sabes donde encontrar una buena amiga... aunque te escriba ultimos comentarios devorando acentos cual hambrienta mala escritora.

    Se te aprecia... espero nos sigamos leyendo por estos laberintos de lenguajes binarios.

    Un fuerte abrazo de Izaskun o 12:45pm... lo que su señoria prefiera. A sus pies siempre ;)

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    1. Espera que beba un poco de agua… mejor un trago de güisqui. Para recobrar totalmente la conciencia.
      Pero bueno, Izaskun, ‘vascoriqueña’ mía, muchas gracias por este comentario tan halagador. He tenido que abrir el diccionario (http://www.wordreference.com/definicion/conciencia) porque me faltaban las palabras.
      Para mí ha sido un placer que hayas conocido a mis personajes. Pero esto no significa ningún adiós, primero, porque mis cuentos seguirán aquí, segundo, porque yo seguiré pendiente de mis amigos blogueros, fruto de esta experiencia maravillosa que ha sido ‘Los cuentos tontos’.
      Adelante con tu extraordinario http://docecuarentaycincopm.blogspot.com.es/, el cual recomiendo a cualquiera que quiera sentir buenas vibraciones.
      Hasta siempre.

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  7. La halagada sin palabras y con falta de conciencia soy yo ahora. Gracias amigo. De Corazon.

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