Hacía pocas fechas de la Semana
Santa, con su corto periodo vacacional, y salió el tema a relucir en el taller
de escritura. La señorita Esther aprovechó la circunstancia para pedirnos un
trabajo sobre ese recuerdo, esa sensación, ese momento que quedó plasmado en nuestra
memoria, o en nuestro paladar, porque uno de los motivos más evocado fue el de
esas 'ligeras' rebanadas de pan del día anterior, empapadas en leche -o también
bañadas en vino- rebozadas en huevo, fritas en abundante aceite y espolvoreadas
con azúcar o miel y canela, conocidas como torrijas.
Yo pude escribir también sobre
ese delicioso manjar, pero decidí hacerlo sobre el recorrido que hice durante
unos días por Tierra de Campos, en pleno corazón de la vieja Castilla. Allí
tuve la oportunidad de contemplar los terrenos de cultivo en su máximo
esplendor cromático, que para mí, hombre de ciudad, me pareció algo
extraordinario. También pude disfrutar de bellos pueblos, con pasado más
glorioso que el deshabitado presente. Y, además, pude deleitarme de alguna otra
vianda distinta a la torrija.
Una de las localidades que más
me gustó fue Ampudia, en la provincia de Palencia. Me pareció un lugar hermoso,
con una arquitectura equilibrada y con un par de construcciones monumentales. Y
como yo no sé utilizar muy bien las descripciones, convertí al narrador en una
chica de quince años para que nos lo contara y, de paso, la introduje en una
historia que la sacara de la típica atonía adolescente.
Y ya que hablamos de
adolescentes, aprovecho para introducir a la pequeña Cuentina, mi hija Lucía -que no hace muchos años era como la niña
del relato- para poner banda sonora a este capítulo. La grabación, como podréis
comprobar, no es de gran calidad, pero trasluce algo que hace que este humilde
cuentista, de vez en cuando, necesite ponerse un babero.
Si a alguien le interesa conocer su evolución -ya que en vez de aprendiz de cuentista, como su padre, lo es de cantante, pero con mejores dotes- puede hacerlo en su canal deYoutube
Sí, la campiña está hermosa, con
esa vasta extensión de flores gualdas, envidia del mismo Sol, en
contraste con el verde del cereal aún tierno que nos amasará el pan. Así es
Tierra de Campos en primavera, como dice mi madre, sacando su vena poética.
Claro, que después de un invierno tan lluvioso, ¿se puede esperar otra cosa?
Sí, la fiebre del heno -qué término rural tan bien traído- que padeceré de aquí
al verano, hasta que la humedad de la costa mitigue mi alergia al polen.
Ampudia, dos kilómetros. Creo que es conjunto histórico-artístico.
Conjunto histórico-artístico son las palabras más buscadas por mis padres en
Internet antes de planificar un viaje. O sea, piedras y más piedras. No sé qué
tanto misterio; viendo uno, ves todos. Románico, gótico, renacentista. Piedras
y más piedras. Y casas con vigas de madera, con arañas que parecen mini-oreos con patas. Y bares con
“retretes”… de hace siglos. Aunque en mi barrio los he visto peores. Todo hay
que decirlo.
Pedazo iglesia tienen los de Ampudia. La Colegiata de San Miguel,
se apresura mi madre. Parece una catedral. Ya sé que no soy una gran
estudiante, pero creo recordar que la nobleza y el clero hacían construir las
catedrales, tan grandes y pintonas, para dar prestigio a las ciudades. Vamos,
para darse el pote. Incluso distingo si
son bellas –¡oh, qué cursi!- o feas. Eso sí, tengo que quitarme los auriculares
y poner cara de buena chica si entro en una de ellas, si no se enfadan mis
padres. Que no pisan una iglesia más que cuando hacen turismo; para hacer
fotos, aunque esté prohibido. También tienen un castillo; al menos de lejos
parece bonito, no como otros ruinosos que tanto los gusta. Y yo digo que sí,
sí, es precioso.
Id vosotros a visitar el conjunto histórico-artístico, yo me quedo
escuchando música en el coche, que estoy cansada -aunque sean las once de la
mañana-. Luego me contáis lo lindas que son las piedras y si son muy gordas las
moscas. Haced fotos. Muchas fotos.
A ver esos chicos que cruzan la plaza; no tienen pinta de ser de aquí.
Las barbas no parecen de pastor, más bien de ciudad, de modernos. No están mal,
son guapos. Bastante mayores que yo, pero bueno. Voy a salir del coche, que me
estoy cociendo; ya podrían haberlo aparcado a la sombra, que hoy hace calor. No
pasa nadie por la calle, solo esos dos. Los espiaré un poco. Procuraré no
despistarme, que yo en los pueblos me lío.
Que placita más guay, con
bancos que parecen butacas, y un escenario, para las fiestas. También un
supermercado, Nunchi, con el nombre pintado en la cortina antimoscas, de esas que se te enganchan en el pelo. Pues tienen
buena cara las pastas del escaparate. Lástima que no lleve dinero. Cuántos soportales.
Qué columnas más antiguas. Algunas están torcidas, parecen troncos de árbol,
pero se ve que aguantan. La calle de la izquierda es de postal, también
porticada. Todas las casas parecidas, de dos alturas, cada una de un color,
tonos pastel, y muy cuidadas. Es como si estuviera en otra época, quizás en la
de los Reyes Católicos. No, no creo que sea tan antiguo. Bueno, en otra época y
vale.
¡Eh! Que se me escapan esos dos. Tendré que acelerar. No mira nadie;
correré un poco. Correr, salvo que alguien te persiga, es de mala educación, o
de tontos. Giran a la izquierda. ¡Hala! Aquí está la colegiata. Pues sí que es
grande, y alta. Propia de Manhattan. Te rompes el cuello para mirar la torre.
Ahora hablan con una chica que parece muy estresada. Se supone que aquí lo
único estresante es el aburrimiento. Se dan la vuelta. Me están mirando. ¡Qué
corte! Tendré que meterme dentro. Me quitaré los auriculares, no sea que estén
mis padres haciendo fotos prohibidas. Me están llamando. No, no soy del pueblo.
Es más, ya no me acuerdo ni de su nombre; ah, sí, Ampudia. Te necesitamos, me
dice la agobiada. Con unos retoques estarás perfecta; nos ha fallado la reina.
Me han visto cara de paleta de ciudad y me están vacilando. Sólo serán unas
escenas para un documental, la actriz que tenía que hacer de reina Isabel se ha
puesto enferma y tú eres nuestra salvación. Será muy fácil. De rey Fernando hará este, me dice señalando al moreno de
la barbita, el más guapo de los dos. Pero si solo tengo quince años y mi mayor
protagonismo fue hacer de oveja de nacimiento en la guardería. No importa; y en
esa época las reinas se casaban muy jóvenes.
Me llevan casi corriendo, agarrada del brazo, como secuestrada, por unas
calles estrechas. No acierto a decir nada, pero mola; por fin algo divertido.
Me está entrando flato, como siempre que ando deprisa. Tienes que hacer más
ejercicio o tendrás celulitis, me repite siempre mi madre. ¡Deprisa, que está
todo el equipo esperando!, dice el castaño, el otro de barba, el menos guapo,
pero que también lo es. Tendría que llamar a mis padres, aunque si no lo han
hecho ellos es porque están tan a gusto viendo piedras.
¡Joder -perdón- con el bello castillo de Ampudia! Está plagado de gente, y lleno de cámaras. Y todos
nos miran y levantan los brazos. La del moño te dará la ropa para que te
cambies y la del pelo naranja te va a maquillar. Será mejor que llames a tus
padres, no sea que se preocupen. Diles que no nos llevará más de una hora. No
hace falta, por ahí abajo vienen. Mi padre grabando; qué raro. La cámara de
fotos en una mano y la de vídeo en la otra. Y colgando, una bolsa con
rosquillas, como si lo estuviera viendo. Este verano se quejará de las lorzas. Ahora me enfoca. Se han dado
cuenta de que soy yo, porque se les ha puesto cara de lelos; más aún. Me dice
la estresada que si no me importa que el rey Fernando
me bese en la última escena.
¡Huy, qué vértigo! Creo que voy a desmayar...
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y compartir en las redes sociales picando en los botones de abajo. Hasta la próxima. Cuentón
Del aburrimiento al estrellato. Los pueblos, de Castilla o de dónde sean, cargados de piedras, de historias y de moscas, son una maravilla. Y las escapadas a ese mundo rural un bálsamo de fierabras
ResponderEliminarEfectivamente, son una maravilla. Pero sin abusar. Te deseo un balsámico año, Pepe.
EliminarHola, Cuentón.
ResponderEliminarPues yo no soy muy de campo, pero valoro a los que descubrís tantos encantos en los pequeños lugares.
Un besazo y felices Reyes,
¿No lo dirás por la niña de mi cuento?
EliminarEspero que hayas sido buena y sus majestades hayan sido justos contigo.