Comenzaba el mes de junio de
2014 con la noticia de la abdicación del rey de España, Juan Carlos I. Se
produjo, como era lógico, una discusión al respecto durante la clase del martes
del taller de relato. Y, claro, se lo pusimos en bandeja a la señorita Esther.
El trabajo a realizar sería un cuento sobre la monarquía, real o imaginaria,
tratándola cómo cada uno quisiera.
La verdad es que la española
llevaba bastantes años dando de qué hablar, convirtiéndose en una de
las conversaciones más recurrentes en cualquier reunión. Y en ellas aparecen
muchos de sus miembros, empezando por el mayor de la dinastía, siguiendo por
los del medio –los de sangre y los afines- y acabando en los nietos. Bueno,
mejor diríamos el nieto. Sus primos pequeños aún no se han pronunciado.
Así que no tuve que irme muy
lejos, ni viajar a la Edad Media, para escribir un cuento monárquico. Aprovechando
ese intervalo entre rey y rey me inventé una historia, situada temporalmente un
par de años más tarde. Y pensé que era mucho mejor hacerlo en plan de broma.
Quedaba poco para terminar el curso y preferí tirar de humor hasta el final.
Solo falta que este sea del gusto de mis cuatro lectores.
Y ya que hablamos de reyes, os dejo con Rebeca Jiménez -cantante segoviana con carácter- interpretando la canción de Miguel Ríos 'Reina de la noche'.
Le costó darse cuenta de que le vibraba el teléfono en el bolsillo del
pantalón, ya que el himno nacional que tenía como tono de llamada era imposible
escucharlo. Intentó sacarlo, pero las chicas que bailaban con él en la pista se
lo impidieron entre bromas. Tardó tres segundos en olvidarlo y volvió a retozar
entre saltos con las tres jóvenes más proporcionadas de toda Ibiza.
Serían las siete de la mañana. Dormitaba desnudo en una cama de cinco
metros cuadrados, rodeado por dos mujeres con la misma indumentaria, cuando
sonó de nuevo el teléfono, como había ocurrido, sin ser escuchado, tantas veces
durante la noche. Se arrastró por encima de una de ellas, que a punto estuvo de
perder la respiración, hasta que su mano izquierda llegó al móvil que
descansaba en la mesilla, tirándolo a la tarima. Cayó él tras el aparato -pegándose
tal batacazo que despertó a los del piso de abajo- descolgándolo desde el
suelo.
—¿Quién es? —pronunció con una ronquera que le hacía irreconocible,
mientras se frotaba el dolorido occipital con la mano que tenía libre.
—¿Froy, eres tú? —se extrañó la remitente.
—Sí, abuela. ¿Qué quieres? ¿Sabes la hora qué es?
—¿Dónde estás, mamarracho? Llevo toda la noche buscándote. Ya has vuelto
a despistar a los guardaespaldas.
—¿Qué más da? En Ibiza. Dime qué pasa ¿Han soltado al tío Ñako?
—No. Tu madre y sus hermanos.
—¿Qué ha pasado?
—Ha desaparecido el avión en el que viajaban a la boda de un magnate puertorriqueño
-sí, ese cascajo de avioneta que no hace más que dejarnos en ridículo- y no hay
forma de encontrarlos. Lo están intentando los investigadores aéreos más
experimentados. Por lo visto, sobrevolaban el Triángulo de las Bermudas. Dentro
de unas horas reiniciarán la búsqueda. Aunque no me extrañaría que hubieran
confundidito Puerto Rico con Costa Rica o Podgorica.
—¡Joder, qué oportunos! ¿Y el abuelo? ¿Y papá?
—Tampoco hay forma de localizarlos. Creemos que el abuelo está por el
Serengeti, con muletas y todo, pero no sabemos exactamente dónde. La alemana
tampoco da señales de vida. Y tu padre parece ser que se fue a Las Vegas, a una
fiesta friki de esas, de imitadores de Elvis, y también pasa de coger el
teléfono. Así que, vístete, corre al aeropuerto y cógete el primer vuelo para
Madrid, aunque sea de Ryanair.
—¡Jo, abuela! Que estoy con unos colegas.
—Parece mentira que ya hayas cumplido la mayoría de edad. Sólo piensas en
fiestas y sexo. Pues te diré una cosa: si no aparecen, posiblemente seas tú el
heredero de la corona del abuelo.
—¿Y Norita?
—Ya sabes que la coronación del tío Leticio se ha pospueto varias veces:
primero las vacaciones de Felicia, después las caídas del abuelo, los juicios
de los tíos, los líos de tu madre… Y así llevamos más de dos años. Así que, al
no haber reinado todavía su padre, la prima queda descartada para el trono.
—¡Tomaaa!
—Pero no te hagas demasiadas ilusiones. Un buen amigo mío, que está muy
bien informado, me ha confesado que Naciones Unidas está trabajando en una
resolución para que sean abolidas todas las monarquías.
—¡Jo, abuela! Con lo que molaría. Te imaginas: todas las tardes probando
zapatitos a las chicas más guapas del reino en el Joy Eslava.
—Si ya lo decía el sabio de Esparta... —se le oyó a la reina como un
susurro— Tú te crees que estoy con ánimos para tanta idiotez. Date prisa si no
quieres que llame al Ministro del Interior y te mande a los geos para que te
saquen de la cama.
—Vale, ya voy. Oye, ¿qué fue lo que dijo el brujo ese de Esparta?
—Que el que entre tonterías se cría, de mayor, de hacerlas se harta.
¡Dios, qué dinastía! —volvió a susurrar antes de colgar.
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y compartir en las redes sociales picando en los botones de abajo. Hasta la próxima.
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Cuentón
La monarquía es algo de otro tiempo. Un lujo más de un pueblo empobrecido.
ResponderEliminarCreo que piensan quitarlas. Incluso la RAE esta estudiando borrar ciertos términos. Un saludo.
EliminarHola, Cuentón.
ResponderEliminarEs quizá cosa de otro tiempo, la Monarquía, digo, pero ahora -tal y como estamos- mejor la dejamos un poquito más...
Un besazo.
¡Ay! qué miedosita te veo. Seguro que alguno de los personajes de tus microcuentos pensaría de otra manera.
EliminarUn beso.