martes, 1 de enero de 2013

13. Juanillo

Leer el cuento
Llegó el otoño de 2011 y con él un nuevo taller de narrativa en el Paco Rabal. Tuve suerte en el sorteo y volvieron a concederme una plaza en tan reputado foro. Casi la mitad éramos veteranos. De los nuevos, algunos se rajaron a las pocas semanas.
De jefa teníamos a Esther, que ya había dado las últimas clases del curso anterior, aunque yo no coincidí con ella, sólo en la copa final. Ya entonces me di cuenta de que teníamos una digna sustituta de Felicitas. Joven, guapa, cariñosa, lista y una gran profesional. ¡No!, ¡No! No penséis lo que no es. Tenemos una estupenda relación de jefa-operario y, no me equivoco al decirlo, de buena amistad. Esther tiene la virtud, supongo que entre otras muchas, de crear buen rollo allá donde se encuentre.

Dejemos el peloteo, que ya me doy hasta asco. El primer día nos habló de la terrible situación en que se encuentra frecuentemente el escritor al enfrentarse ante la hoja en blanco. Es decir, tienes que escribir y no tienes ni pajolera idea de por dónde empezar. Justo lo que me pasaba a mí ese día, después de un montón de meses sin pegar ni clavo literario en la mente ni en el Word.

Una de las estrategias para rellenar la  famosa hoja en blanco es la del binomio fantástico. Buscas dos palabras que no tengan nada que ver entre sí y tienes que relacionarlas. A la profe se le ocurrió que los vocablos a utilizar, en un cuento de una hoja como máximo, serían seda y alquitrán.

Pues qué queréis que os diga, el binomio fantástico no funcionaba. No se me ocurría nada. Pero… una legañosa mañana, escuchando las noticias camino del trabajo, me recordaron que ese día se iba a producir en Sevilla el gran acontecimiento social que los programas del corazón venían rumiando desde hacía semanas. Aquí meto la pluma, pensé yo. Y me inventé a Juanillo.

Juanillo me dijo que alguna vez había coincidido  con  Joselito, el de Kiko Veneno. Así que ahí os dejo el vídeo. 



Ya le había avisado su mujer que su afición al tapeo le costaría un disgusto. No distinguía entre el horario laboral y el posterior a éste. Le perdía la jarana. Todo el mundo sabía que Juanillo desayunaba innumerables veces, a cualquier hora y con distintos tipos de alimentos, sólidos y líquidos.
El encargo era importante. Estaba previsto que la nobleza y la monarquía se encontraran allí; el protocolo así lo marcaba. “Como en la Edad Media, se abrazarán los privilegiados”, le había dicho su encargado, mientras le echaba el brazo por encima del hombro. “Pon empeño, Juanillo, que nuestro prestigio está en juego. Ya sabes que no están las cosas para jugarnos el sustento”.
Pero no pudo negarse a una tapita de choco y una manzanilla en la taberna “La Macarena”. Claro que, eso supuso dejar de rellenar un mínimo bache con un puñado de alquitrán. Justo en el mismo lugar donde el monarca, renqueante tras la intervención, fue a abrazar a la duquesa, en el día de su boda, su tercer matrimonio. El consorte, algo turbado, no contó con los suficientes reflejos para sujetar a su flamante esposa, cuyo bonito vestido de seda, al que tanto tiempo dedicaron la pareja de diseñadores, no fue suficiente para proteger el frágil cuerpo de la noble bajo la corpulencia del monarca.

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4 comentarios:

  1. Feliz Año 2013, eso lo primero, y ahora me resta felicitarte por ese binomio tan absurdo como fantástico que has sido capaz de crear.

    Te veo madera de artista, de cuentista y mucho talento e ingenio para haber parido este cuentecito.

    Un abrazote y mis felicitaciones.

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    1. Gracias y feliz año Towanda. Ve preparando tu mejor traje, que vas directa hacia la estatuílla.
      Creo que ya he configurado bien las contestaciones a los comentarios. Todavía me falta mucho por aprender de Blogger.

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  2. Feliz 2013!!
    Y... Enhorabuena por la ingeniosa manera de resolver este cuento.

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