
Otra de las
estrategias para enfrentarte a la hoja en blanco, cuando tienes que escribir y no se te ocurre nada, es la de la hipótesis fantástica. En ella se plantea
una situación absurda, imposible o surrealista y tienes que resolverla. Por gametos.
Doña Esther, la nueva
profe, nos propuso una.
—A ver qué os parece,
insensatos —que es cómo ella nos llama, consciente de nuestra inferioridad—.
¿Qué sucedería si los inquilinos del infierno se amotinasen?
¡Eh! ¡¿Cómo?! ¡Hasta
luego! ¡¿Estás loca?! ¡Dimito! Y más exclamaciones que rebotaban en nuestras
mentes y escupimos inmediatamente.
—No os preocupéis. Estoy
convencida de que se os ocurre algo. No hace falta que hayáis vivido la
experiencia. Escurrid vuestra imaginación. Seguro que hay situaciones en esta
vida parecidas a las que pudierais gozar en el averno.
Andaba yo esos días, y
todavía continúo, dándole vueltas a los incumplimientos que, en materia de
promoción, entre otros muchos, protagonizan los políticos y asesores que
dirigen mi destino laboral y, siendo consciente que la distancia entre ambas situaciones
es insalvable, o quizás no tanto, ya que desconozco como es el infierno, decidí
plasmar esta coyuntura en el cuento que tenía que escribir.
Así surgió “Llamando a
las puertas del Cielo”, que, salvo que seas muy viejo o muy joven, o conozcas
muy poca música anglosajona, sabrás que es el título traducido de una canción
de Bob Dylan, “Knockin’ on the Heaven’s Door”, tema que goza de muchas y muy
buenas versiones. Yo os voy a ofrecer la original, que es la que forma
la banda sonora de este cuento.
Desde hacía décadas no surgía ninguna
posibilidad. El último concurso de traslados se celebró en 1960.
Tras las reformas protestantes que
dieron lugar al Concilio de Trento, allá por el siglo XVI, había aumentado de
forma considerable el número de inquilinos del infierno. No obstante, se
produjo una circunstancia positiva: gracias a un acuerdo de los jefes de
explotación de Cielo, Purgatorio e Infierno, periódicamente podrían trasladarse
almas de una jurisdicción a otra.
En la segunda mitad del siglo XX, el
Concilio Vaticano II produjo en el cielo un efecto llamada, provocando casi su
saturación, por lo que los traslados comenzaron a realizarse sólo en sentido
descendente.
Los cajeros, interventores y directores
de sucursal bancaria, que habían sido condenados al averno, por las comisiones
abusivas que cobraban a sus clientes, se habían quejado con insistencia de que
todos los altos directivos y grandes accionistas de sus empresas subieran al
paraíso, siendo éstos los que ordenaban los métodos de usura.
Durante mucho tiempo, las encorbatadas
ánimas habían cobijado esperanzas de ganar el
purgatorio; hecho que nunca sucedía. Convinieron que la situación ya no
podía sostenerse, por lo que acordaron ascender por su cuenta al edén, sin
purgar antes sus pecados; de no conseguirlo por las buenas, tendrían que
emplearse con energía.
No pasó inadvertida la rebelión de los
financieros, motivando que otros colectivos se unieron en la lucha; sobre todo
los que se consideraban injustamente juzgados, como los jefes de personal
obligados a despedir, los escritores cuyas obras avivaron las llamas, otros que
quisieron vivir del cuento y algunos seguidores de Bob Dylan, desorientados en
vida ante tanto cambio de fe del artista, viendo que ahora podrían hacer
realidad su canción favorita: “Llamando a las puertas del cielo”
Aprovechando el bullicio de la fiesta
mayor celestial, se dieron cita en la entrada de la gloria. Golpearon con
insistencia, pero nadie contestó. La masa de indignados, multiplicando sus
fuerzas, consiguió derribar sus puertas.

Hola amigo Cuentón.
ResponderEliminarTal y como están las cosas, creo que en el cielo no deberían entrar ni banqueros, ni políticos, ni sindicalistOs, ni jefes, ni gente fea...
El paraíso es para los limpios de corazón como nosotros y encima somos guapos y nobles. Lo tenemos todo menos la paga que ya nos han birlado y los moscosos que ya son historia. "¡Siempre nos quedará París!", como decía aquél.
Me encantó tu revuelta en el infierno.
Un abrazo.
Siempre nos quedará París, nos quedará Bob Dylan y algunas cosillas más. ¡A disfrutarlas!
EliminarUn beso, Towanda.
Muy bien resuelto. Me gusta el final: "La masa de indignados, multiplicando sus fuerzas, consiguió derribar sus puertas."
ResponderEliminarTal vez deberíamos estar un poco más unidos todos y luchar en serio, antes de que nos hundamos del todo...
Saludos
¡Todos unidos para salir del infierno! Bueno, lo dejaremos en purgatorio.
EliminarCuidado con la tramontana.
Saludos
Hola que tal, mi nombre es Vania y soy webmaster de algunos blogs... me gusta mucho tu blog y quería pedirte permiso para enlazarte a mis blogs, Así mis usuarios podrán conocer acerca de lo que escribes.
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Vania
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