miércoles, 16 de enero de 2013

14. Llamando a las puertas del Cielo

Leer el cuento


Otra de las estrategias para enfrentarte a la hoja en blanco, cuando tienes que  escribir y no se te ocurre nada, es la de la hipótesis fantástica. En ella se plantea una situación absurda, imposible o surrealista y tienes que resolverla. Por gametos.

Doña Esther, la nueva profe, nos propuso una. 

—A ver qué os parece, insensatos —que es cómo ella nos llama, consciente de nuestra inferioridad—. ¿Qué sucedería si los inquilinos del infierno se amotinasen?

¡Eh! ¡¿Cómo?! ¡Hasta luego! ¡¿Estás loca?! ¡Dimito! Y más exclamaciones que rebotaban en nuestras mentes y escupimos inmediatamente.

—No os preocupéis. Estoy convencida de que se os ocurre algo. No hace falta que hayáis vivido la experiencia. Escurrid vuestra imaginación. Seguro que hay situaciones en esta vida parecidas a las que pudierais gozar en el averno.


Andaba yo esos días, y todavía continúo, dándole vueltas a los incumplimientos que, en materia de promoción, entre otros muchos, protagonizan los políticos y asesores que dirigen mi destino laboral y, siendo consciente que la distancia entre ambas situaciones es insalvable, o quizás no tanto, ya que desconozco como es el infierno, decidí plasmar esta coyuntura en el cuento que tenía que escribir.

Así surgió “Llamando a las puertas del Cielo”, que, salvo que seas muy viejo o muy joven, o conozcas muy poca música anglosajona, sabrás que es el título traducido de una canción de Bob Dylan, “Knockin’ on the Heaven’s Door”, tema que goza de muchas y muy buenas versiones. Yo os voy a ofrecer la original, que es la que forma la banda sonora de este cuento.




Desde hacía décadas no surgía ninguna posibilidad. El último concurso de traslados se celebró en 1960.
Tras las reformas protestantes que dieron lugar al Concilio de Trento, allá por el siglo XVI, había aumentado de forma considerable el número de inquilinos del infierno. No obstante, se produjo una circunstancia positiva: gracias a un acuerdo de los jefes de explotación de Cielo, Purgatorio e Infierno, periódicamente podrían trasladarse almas de una jurisdicción a  otra.
En la segunda mitad del siglo XX, el Concilio Vaticano II produjo en el cielo un efecto llamada, provocando casi su saturación, por lo que los traslados comenzaron a realizarse sólo en sentido descendente.
Los cajeros, interventores y directores de sucursal bancaria, que habían sido condenados al averno, por las comisiones abusivas que cobraban a sus clientes, se habían quejado con insistencia de que todos los altos directivos y grandes accionistas de sus empresas subieran al paraíso, siendo éstos los que ordenaban los métodos de usura.
Durante mucho tiempo, las encorbatadas ánimas habían cobijado esperanzas de ganar el  purgatorio; hecho que nunca sucedía. Convinieron que la situación ya no podía sostenerse, por lo que acordaron ascender por su cuenta al edén, sin purgar antes sus pecados; de no conseguirlo por las buenas, tendrían que emplearse con energía.
No pasó inadvertida la rebelión de los financieros, motivando que otros colectivos se unieron en la lucha; sobre todo los que se consideraban injustamente juzgados, como los jefes de personal obligados a despedir, los escritores cuyas obras avivaron las llamas, otros que quisieron vivir del cuento y algunos seguidores de Bob Dylan, desorientados en vida ante tanto cambio de fe del artista, viendo que ahora podrían hacer realidad su canción favorita: “Llamando a las puertas del cielo”
Aprovechando el bullicio de la fiesta mayor celestial, se dieron cita en la entrada de la gloria. Golpearon con insistencia, pero nadie contestó. La masa de indignados, multiplicando sus fuerzas, consiguió derribar sus puertas.

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5 comentarios:

  1. Hola amigo Cuentón.

    Tal y como están las cosas, creo que en el cielo no deberían entrar ni banqueros, ni políticos, ni sindicalistOs, ni jefes, ni gente fea...
    El paraíso es para los limpios de corazón como nosotros y encima somos guapos y nobles. Lo tenemos todo menos la paga que ya nos han birlado y los moscosos que ya son historia. "¡Siempre nos quedará París!", como decía aquél.

    Me encantó tu revuelta en el infierno.

    Un abrazo.

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    1. Siempre nos quedará París, nos quedará Bob Dylan y algunas cosillas más. ¡A disfrutarlas!
      Un beso, Towanda.

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  2. Muy bien resuelto. Me gusta el final: "La masa de indignados, multiplicando sus fuerzas, consiguió derribar sus puertas."
    Tal vez deberíamos estar un poco más unidos todos y luchar en serio, antes de que nos hundamos del todo...

    Saludos

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    1. ¡Todos unidos para salir del infierno! Bueno, lo dejaremos en purgatorio.

      Cuidado con la tramontana.

      Saludos

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