Hoy no empieza quincena, y los
que siguen este blog se extrañarán de que en esta fecha, seis de junio de
2014, se publique un nuevo capítulo. Pero es que hoy es un día muy especial. Y
no es porque haya llegado a las 25.000 visitas -que ya era hora-, sino porque mi
hija ha llegado a la mayoría de edad. Esa niña que a menudo, junto
al universo que le rodea, me sirve de inspiración para escribir mis historias. Y,
por una vez, "Los cuentos tontos" dejarán de serlo. Aunque la
tontería promete volver con más fuerza en la próxima entrega.
El relato de hoy no tendría que haber
salido hasta dentro de unos meses. Pero no podía dejar pasar esta oportunidad. Es
una composición tan particular, que ni siquiera sé en qué género encuadrarla. Espero que la señorita Esther, que no lo ha leído -pues el trabajo aún no ha pasado
por el afamado taller de relatos del Paco Rabal-, me dé una pista.
Si queréis verla, a mi hija, la encontraréis
en un vídeo, arriba a la derecha, y en otro, en la parte de abajo.
¡Lucía, mira al cielo! Que esta
canción que Serrat volvería a componer, vuela para ti.
Hoy es un día muy
especial. Mi hija cumple dieciocho años. Aquella niña que, con pocas horas de
vida, seguía las conversaciones con la mirada, como si quisiera participar. Esa
que con un año corría y hablaba por los codos. La que imitaba a la Duquesa de
Alba o al pato Donald cuando casi no levantaba un palmo del suelo. Aquella que
bizqueaba arrimándose al objetivo de la cámara para ver lo que había
dentro. La renacuajo que cantaba las
melodías de los dibujos animados o, con cinco o seis años, los temas de Chenoa
y Paulina Rubio y modulaba la voz para parecerse a Shakira. La que se estiraba
como un avión apoyando su tripa en las plantas de mis pies levantados al cielo.
Esa que te recriminaba al desentonar, diciendo: “así no es”. Y la que estrujaba
mi imaginación para conseguir que tomara otra cucharada.
Ese tiempo pasó, y no
sin inconvenientes. Adversidades que tienen que servir para fortalecer y no para
lamentarse. Y ahora surge ante sus ojos una nueva etapa, apasionante. Porque ella tiene un don, ese don que le
puede abrir muchas puertas. Pero estas no se abren automáticamente. Primero hay
que aprender el camino que te lleva hasta ellas –sin duda una travesía con
baches y obstáculos-, después recorrerlo y, al final, llamar. Y si prefiere
cambiar de rumbo, pues adelante. Aún nadie pudo contar todas las sendas que conducen
a la felicidad.
Lo demás, como nos pasó a todos a su edad, llegará. Porque la vida, cuando
toque, nos lo servirá en una bandeja de plata. Y alguien como ella, noble, buena,
fiel, sincera –a veces, transparente-, se merece lo mejor. Y lo mejor no está a
la vuelta de la esquina. O sí.
Y los estudios… vale.
Se queda sin bachiller. Por ahora. Pero ha elegido otro camino. Y hay que
decirlo con la cabeza bien alta: “no lo he dejado. En vez de hacer lo que todo
el mundo, voy a prepararme en lo que me gusta”. Y ya está. No es mejor el que
memoriza lo suficiente para plasmarlo en un examen y después olvidarlo, ni es más
sensato el que más títulos tiene. Además, no todo está en los libros. El
verdadero aprendizaje está en la vida, en la gente, en las cosas que nos
rodean. Por eso hay que vivirla, en todas sus facetas, en lo bueno y en lo
malo, en lo bonito y en lo feo, en lo duro y en lo fácil, y en la salud y en la
enfermedad -como dicen en las bodas-, sin que nada te acobarde.
Sé que mi bocota a veces se desencaja, arrojando espumarajos. Pero, créanme, si no me
importara tanto, eso no ocurriría. Soy una persona que no admite fácilmente lo que no puede constatar o entender, pero es tanto el amor, la pasión y la
fe que tengo en ella, que sufro cuando la apatía la domina o cuando deja de
creer en sus capacidades.
Hoy es un día muy
especial. Mi hija se me hizo mayor.
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y, si te ha gustado, compatir en las redes sociales, picando en los botones de abajo. Cuentón
Gracias por leerme. Puedes dejar tu comentario y, si te ha gustado, compatir en las redes sociales, picando en los botones de abajo. Cuentón
Me ha encantado, tío! Eso si que es ser un hombre de letras como Dios manda!
ResponderEliminarTu sobrino Javier.
Bueno, Javier. No sabes la alegría que me da verte por aquí. Ya sabes dónde encontrar a ese tío que se hace llamar Cuentón. Y te digo lo mismo que a tu prima, busca esa senda que te lleve a la felicidad. Un fuerte abrazo.
EliminarRealmente precioso...miro atrás y yo también recuerdo esos preciosos años q compartí con vosotros ,con ella, su primer beso ,su primer abrazo , sus primeras palabras.....Su primer día de guardería. ....bufffff q se yo .
ResponderEliminarGracias por haberme dejado compartir esos años con ella, MI NIÑA,hoy toda una mujer . Felicidades Lucía ...lucha por tus sueños y los alcanzarás.Tienes unos padres maravillosos y recuerda q tu eres el reflejo de ellos.Os quiero.
Beatriz
Hola Beatriz. Ya conoces el rincón donde se cobija mi faceta pseudoliterárea, que de repente apareció de viejo. Me alegro de que te haya gustado esta especie de alegato de Lucía. No hace falta decirte que parte de la culpa de que nuestra niña sea como es, es tuya. Me acordé mucho de ti cuando lo compuse. Un beso muy fuerte de este que se hace llamar Cuentón.
EliminarEnhorabuena amigo, y sobre todo,enhorabuena a tu hija. Da gusto leer cuando las palabras son sinceras.
ResponderEliminarGracias, amigo murciano, por compartir ese ataque de sinceridad paterna.
EliminarHola, cuentón.
ResponderEliminarHoy te has puesto tierno y no es para menos... La niña se ha hecho mayor y es muy emocionante para unos padres haber vivido esa experiencia.
Un beso muy fuerte para todos.
Ya me estoy poniendo la coraza para los próximos capítulos.
EliminarUn beso, amiga.