Como ya anuncié en el capítulo 30, donde se exponía el cuento
mitológico “La última creación de Diogenisio”, quedaba pendiente de publicación
“Las cinco estrellas”, relato escrito a modo de leyenda, como nos había
encomendado Esther, la jefa de taller.
Guardé estas letras bajo llave para que
viese la luz precisamente hoy, cuando se cumple un año de la tragedia del
Madrid-Arena, local de ocio donde fallecieron cinco chicas y se produjeron decenas
de heridos.
Sin más, os invito a su lectura y, creo que es oportuno, a escuchar esta emotiva canción de Luis Eduardo Aute, “Al alba”, que, aunque fue escrita para llorar las últimas ejecuciones de la
dictadura de Franco, yo quisiera proponerla para lamentar las que narro en mi cuento, producto de la dictadura de
ciertos emprendedores desalmados, gente sin escrúpulos que, muy a menudo, cuentan con
la simpatía y la connivencia de nuestros gobernantes, y, por desgracia, con la indiferencia de sus gobernados.
En las primeras décadas del siglo XXI, en Madrid,
capital de lo que entonces se conocía como Reino de España, era costumbre que
se celebraran grandes fiestas, donde acudían miles de jóvenes en busca de
diversión.
En dichos eventos sonaba la música con tanta potencia, que a punto estaba de que el lugar se llenara de tímpanos
reventados. Unas veces, los músicos deleitaban con sus estridentes melodías,
otras, las notas las producían unos artistas que mezclaban sonidos, a los que
llamaban diyéis.
Los chicos gritaban y saltaban al ritmo de la
música. Lo poco que hablaban entre ellos tenían que hacerlo a gritos, debido a
la elevada intensidad del ruido.
Para aguantar hasta altas horas de la madrugada, algunos
jóvenes mezclaban grageas y bebidas, que los incitaba a brincar como canguros. Estos
productos, en una gran cantidad de casos, los hacía sufrir alucinaciones,
mareos y pérdida de conocimiento. Pero no todos las personas que asistían a
esos festejos tenían las mismas costumbres. La mayoría pasaba la velada de la
forma más natural.
Estas reuniones, al recibir a tantos cientos de
muchachos, debían cumplir con un gran número de requerimientos por parte de sus
organizadores y de las autoridades competentes.
Pero era tanta la demanda de ese tipo de
jolgorios, que los que lo organizaban, movidos por la avaricia, aprovechaban
para hacer rebosar sus arcas de euros, la moneda que circulaba por Europa en
aquella época. Con el afán de beneficiar a estos desaprensivos, ya que eran
amigos suyos, las autoridades relajaban las normas o, sencillamente, no los
obligaban a cumplirlas.
Una noche de los difuntos se organizó una de esas
celebraciones. Los gestores permitieron entrar el doble o el triple de personas de las que estaban autorizadas. Los
que tenían que controlar el orden en el auditorio estaban más interesados en
revender entradas. Al médico, que era muy mayor, y ya le habían retirado la
licencia para ejercer, no le importaban demasiado los jóvenes que necesitaban su atención. No había preparadas ambulancias para trasladar a los heridos. Las
autoridades, además, pasaron por alto ciertas irregularidades de los promotores.
Esa noche, cinco lindas jovencitas murieron
aplastadas por una avalancha que se precipitó contra ellas, debido a la nefasta
organización de la fiesta.
Desde entonces, cada vez que puede repetirse un
accidente como el de esa trágica noche, se ve brillar en el cielo, con mayor
intensidad que las demás, cinco estrellas que, agrupadas, forman una nueva constelación. Si uno se fija
detenidamente, puede distinguir el gesto de dolor de aquellas cinco muchachas.
Belén, Cristina, Katia, María Teresa y Rocío. |
Cuando se pierden los valores, cuando el mercantilismo y la búsqueda del bienestar material y corpóreo lo llenan todo, se acaba el hombre y de él solo queda carne.
ResponderEliminarBonito y sentido homenaje.
Felicidades, Cuentón
Gracias Aldade. Esperemos que, al menos, se haga justicia.
EliminarHoy no tengo ganas de chascarrillos. Lo entiendes, ¿verdad?. Un besazo
ResponderEliminarMe hago cargo.
EliminarOtro para ti.
Hola, Cuentón.
ResponderEliminarMe pasa como a la Rubia. Qué desgracia tan grande y qué homenaje tan bonito les has sabido hacer a esas cinco estrellas.
Besos, bonito.
Ojala no vuelva a ocurrir.
EliminarGracias, guapa.